29 diciembre 2007

Con la sutileza de Jiménez Losantos

En un libro que pronto publicará la Universidad Pública de Navarra encuentro las cuartetas que reproduzco a continuación. Vieron la luz en enero de 1935 en El Mensajero de San Antonio. El colaborador de esta combativa revista católica quería contraponer su postura social y la que, supuestamente, mantenían “los socialistas” (no el PSOE, claro, sino en realidad cualquier laicista). Al margen de si tienen gracia o no, apenas encuentro diferencias importantes entre lo que quieren subrayar y muchas de las afirmaciones que vomitan ahora, día sí y día también, no pocos obispos y grupos católicos. Como dice Arcadi Espada en el periódico de hoy, “las religiones son un peligro (...) especialmente por la intolerable superioridad moral que exhiben sus fábulas”.

El Católico:

Quiero un pueblo que trabaje
y en su casa no se aburra,
que investigue, que discurra,
que lea y hasta que viaje.

Quiero un pueblo con labranza,
con industria y con caminos,
por donde anden sus vecinos
con holgura y sin holganza.

Quiero un pueblo con ciudades,
donde tengan sus recreos
institutos y museos,
sociedad y sociedades.

El Socialista:

Yo quiero un pueblo salvaje,
con los instintos de fiera,
que luche, que mate y muera,
coma, duerma y no trabaje.

Quiero un pueblo violador,
rebelado contra todo,
que esté metido en el lodo
para que huelgue mejor.

Quiero un pueblo sin ciudades,
con muchas selvas sombrías,
que coma todos los días
carne de obispo y abades.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dos cosas, si me lo permite:
1. me parece que poco favor se hace en la defensa de su pensamiento, albardando de adjetivos y verbos tendenciosos, casi ofensivos, e innecesarios, sus palabras: llamar combativo al Mensajero de San Antonio o decir que los obispos vomitan esto o lo otro; o yendo al caso de Arcadi, llamar intolerable, decir que exhiben una superioridad, etc.
2. pero la madre del cordero se sitúa en la afirmación de que las religiones son un peligro. ¿Todas las religiones? Parece querrer decir que sí, todas. O sea, lo común a todas ellas es lo peligroso. Y qué es lo común: la creencia en una vida para la humanidad distinta de la que ahora tenemos en la que puede haber un premio o un castigo en función de nuestro comportamiento en esta vida conforme o no a unos principios. Si eso es así, ¿dónde ve usted el peligro, amigo?
Feliz año 2008

ayacam dijo...

Querido señor Vidal:

Aunque los asuntos que usted plantea han dado para incontables libros, me permitirá que le diga al menos, y muy simplificadamente, lo siguiente:

1. No puedo retirar lo que dije en mi texto. El Mensajero de San Antonio no sólo era una revista combativa, sino, en esos años tan convulsos, de una agresividad manifiesta. Y el ejemplo que traje a colación es de una simplicidad tan caricaturesca, exhibía una superioridad moral de tal calibre, en su elementalidad brutal, que le cuadran perfectamente las palabras de Arcadi Espada. Eran y son una muestra, por ello, peligrosa, debido a su indisimulado desprecio radical y absoluto del irreligioso. Y yo, desde luego, no soy partidario de ser tolerante y manso con los intolerantes. Ni en política ni en religión.

Lo malo es que esa superioridad moral se exhibe hoy, tantos años después, con la misma falta de finura y matices que en los años treinta, con el mismo gusto por la hipérbole y la caricatura. Lo que ciertos grupos católicos, y la cadena COPE, y no pocos obispos dicen (lo que han dicho hoy mismo en Madrid, por ejemplo, obispos tan poderosos como Agustín García Gasco o el propio Rouco Varela), me parece falso a veces, exagerado otras, intolerante a veces, e intelectualmente ofensivo. Lo siento, estoy irritado. Y si me gusta mucho el nuevo partido, Unión, Progreso y Democracia, es porque no sólo hace una crítica profunda y radical de los chantajes nacionalistas y propone medidas para enderezar la situación: es que, además, es un partido laicista.

2.- ¿Peligrosas las religiones? Sí, así lo creo, al menos si pensamos en las grandes religiosos monoteístas. Bueno, lo creo yo y lo creen muchísimos autores de los que trato de aprender, incluso teólogos notables. Fernando Savater en La vida eterna, o Richard Dawkins en El espejismo de Dios, por citar dos libros de este año que acaba, citan una buena ristra de conflictos políticos en todo el mundo, de una enorme gravedad, en los cuales la religión ha sido causa, o al menos señuelo o ardid movilizador. Y no pensemos sólo en el terrible integrismo islámico radical. Ya sé, por supuesto, que puede usted citarme acciones admirables de gente religiosa, acciones sociales liberadoras, abnegadas, compasivas y eficaces . Pero ello no anula lo otro. En España, además, y como dice el propio Savater (y hoy mismo, justamente, lo he recordado al oír a los obispos), se puede aplicar a la iglesia lo que escribió cierto autor francés: “Cuando soy débil, os reclamo la libertad en nombre de vuestros principios; cuando soy fuerte, os la niego en nombre de los míos”.

3.- Dejo para el final algo de una naturaleza muy distinta, que me merece el máximo respeto personal y de lo cual, en principio, no se deriva ningún peligro (en principio porque no la veo directamente relacionada, al contrario que usted, con lo que suscita mi irritación): “la creencia en una vida para la humanidad distinta de la que ahora tenemos en la que puede haber un premio o un castigo en función de nuestro comportamiento en esta vida conforme o no a unos principios”. En este punto de la creencia o ilusión o esperanza en otra vida no pretendo convencerle de nada. Sólo le diré que hace muchos años que la religión me parece uno de los nombres del miedo. Del miedo a la muerte, del miedo a la aceptación serena y corajuda del vacío y el final. Sin miedo a la muerte, como escribió el teólogo Alfredo Fierro, no habría religiones. Pero ya le digo que en este punto podemos discrepar sin problema, como he discrepado desde hace muchos años de algunos admirables amigos religiosos.

Dicho sea todo esto con el debido respeto por usted. Yo también le deseo un feliz año 2008.

Anónimo dijo...

1. Gracias por tomarse la molestia de responder con cierta extensión a mis palabras.
Me parece que no está bien poner un ejemplo de una caricatura del año 35 para, a continuación, decir que hoy en día la jerarquía dice lo mismo que entonces. Esa agrasividad manifiesta y ofensiva creo que es propia de aquellos años. Hoy en día se sigue publicando el Mensajero de San Antonio, le recuerdo, y nada tiene que ver con los versillos que usted nos ha traído. Sería fácil traer aquí ejemplos del año 35 y alrededores de una agresividad contraria igual o mayor, como usted bien sabe.
Por lo demás, yo veo muchas veces una despreciable exhibición de superioridad moral en quienes afirman afrontar el vacío y el final de la vida con actitud serena y corajuda sin falta de un señuelo que les vaya a premiar o una condena que les vaya a castigar después de esta vida.
Dice usted que en dos libros recientes se habla de conflictos políticos actuales que traen causa en la religión. ¿Hay alguno que la traiga en el catolicismo? Yo no lo recuerdo. La única violenci, el único peligro que yo he visto en las últimas décadas viene de la asunción de la legitimidad de la violencia por parte de los llamados curas guerrilleros y afines. Pero no creo que vea usted en estos curas ningún peligro.
Cuando soy débil… cuando soy fuerte. Alguien contrario a los católicos suele decirles con cierta frecuencia: cuando soy débil, tened en cuenta vuestros principios y normas de misericordia, generosidad, perdón; cuando soy fuerte no me importa ilegalizaros, suprimiros las fuentes de financiación, cerrar vuestros centros de enseñanza y vuestros templos…, o mataros.
Lo que no se puede decir hoy en día, aplicado al catolicismo, es que es un peligro. Porque el contexto de un terrorismo islámico del que nos hemos de defender parece que también ha de afectar a los católicos, porque la voz y las acciones de los católicos se producen con formas completamente democráticas. Y porque traer todo esto a partir de unos versillos infumables del año 35 es querer teñir el hoy con el ayer. Fíjese usted: la película Las 13 rosas está muy bien. ¿Cree que se puede hacer hoy en día en España una película con los asesinatos del santuario de El Pueyo?
Disculpe que me haya extendido un poco.
Como diría Jiménez Losantos:...en fin.
Como diría un catalán: Ja parlarem.

ayacam dijo...

Querido señor Vidal: Estos días he tenido que andar en otras cosas, pero todavía quería dejar aquí dos apuntes:

Aunque usted me reprenda, insisto en la continuidad retórica y conceptual entre los infumables versitos antonianos y no pocas enormidades actuales proferidas por ciertos obispos, ciertos medios de comunicación y ciertos grupos cristianos. Y ya le di nombres en mi comentario anterior. Todos ellos (que no representan al conjunto de los cristianos, claro, vea hoy por ejemplo la carta de Juan José Tamayo y José María Castillo) tienen derecho legal a decir lo que sea, pero lo hacen con graves mentiras: pintan una España tan sombría, tan hundida en el fango moral, tan desprovista de valores, tan enferma y desviada, y lo hacen con tintes tan apocalípticos, tan desprovistos de matices, tan caricaturescos, y por tanto tan falsos, que no veo diferencias retóricas entre lo que veo y leo hoy cada dos por tres y los versitos de marras.

Hay algo mucho más grave: esa palabra incendiaria exige al gobierno que prohiba, que cierre, para toda la sociedad, vías abiertas. Y los grupos que la lanzan lo hacen porque se sienten superiores moralmente, y piensan que todos, queramos o no, debemos hacer o evitar lo que ellos consideren moralmente recto. Están en su derecho de reclamarlo, pero otros estamos en nuestro derecho de criticarlo porque consideramos que hay detrás de dicha exigencia una muy deficiente comprensión del papel de la iglesia católica en una sociedad plural y cada vez más diversa. (Todo lo demás, por ejemplo meter de matute en el conjunto de exigencias la defensa de la familia, es hablar por hablar. No creo ni remotamente que la familia “de siempre”, “tradicional”, esté amenazada por ninguna conjura laicista, en todo caso estará siendo erosionada por otras causas más complejas. Y, por cierto, a la familia se la defiende con un estado del bienestar más potente, lo demás es blablablá.)

Cuando soy debil..., cuando soy fuerte”. Usted le da la vuelta a la frase que yo cité, pero no sé en qué lugares o momentos históricos está pensando cuando habla de católicos coaccionados o asesinados. ¿Los países comunistas, por ejemplo Polonia, en los años de la terrible bota rusa? ¿Países africanos o asiáticos? Desde luego, estoy seguro de que no se refiere a España ni de broma, salvo en ciertos lugares y momentos de la guerra civil.

En la guerra civil se produjeron asesinatos terribles de sacerdotes o simplemente personas conservadoras. Y tiene razón en que el predominio ideológico izquierdista es abrumador hoy en los medios artísticos. Pero la guerra la ganó un bando, y bien que lo padeció el otro: todos esos asesinados conservadores en la guerra fueron homenajeados en cuanto los franquistas tomaron el poder, y casi todos sus asesinos fueron ejecutados sin dilación, y sus familias obtuvieron toda suerte de reparaciones e incluso privilegios a partir de 1939, y hoy la iglesia sigue haciéndolos beatos. Déjeme decirle, por si acaso me ve venir, que no encuentro ninguna utilidad ni sentido a la ley de memoria histórica recientemente promulgada. Han pasado muchos años, y creo que sólo los historiadores deben seguir clarificando y estudiando el pasado. Pero los que perdieron la guerra, los fusilados ingenuos que no llegaban ni a afiliados de sindicato, como mi abuelo, no han tenido nada, absolutamente nada, ni lo van a tener, y sus familiares tampoco. En el momento en que hubiera tenido algún sentido porque no era posible o conveniente (la relación de fuerzas y la coyuntura histórica no daban para más en la transición) y hoy porque, como le digo, no podemos seguir en el pasado ni me parece correcto que se quiera “ganar una guerra” en el BOE, setenta años después, una guerra que se perdió y que hay que dejar atrás.

Me incomoda emplear yo este espacio dentro del blog. Espero que la discusión pueda seguir fructíferamente en otros ámbitos.