23 enero 2012

Los blogs de cada día (II)

8. Desde entonces he mantenido a rachas este blog (el nombre, el angulo, lo decidí recordando unos versos de la Epístola moral a Fabio que proponen una hermosa aspiración). He alternado meses de actividad regular con largos parones. Ya sé que la irregularidad es perjudicial para el blog, porque en cada parada uno pierde varios seguidores que no vuelven. En los silencios han influido varios factores. A veces la falta de tiempo, porque otras tareas me absorbían sin remedio. En ocasiones la pereza, porque el empeño de la escritura, incluso de los textos ligeros que yo meto, siempre genera cierta tensión. Y a veces, sencillamente, una mezcla más letal: la de la pereza y el desaliento, porque nunca los resultados están a la altura de las expectativas. Escribir algo con interés es muy difícil, y creo que es muy sensato que periódicamente uno recuerde que tal vez lo mejor es estar callado, que ya hay en el mundo muchas, muchísimas personas que dicen lo que uno torpemente repite, y que lo dicen con más gracia y profundidad.

9. Aunque en un blog cabe todo, mi predilección está en los blogs cuya materia casi exclusiva son textos. Frente a estas bitácoras, hay muchísimas en que lo esencial son las inserciones, todos o casi todos los días, de fotografías o de vídeos bajados de YouTube o de Vimeo. Ante este empeño, más de un día he pensado: ¡así cualquiera mantiene un blog! Aunque, todo hay que decirlo, los hay que en esa selección de imágenes introducen un sentido, una determinada ordenación, que eleva espléndidamente su categoría, blogs con una selección muy cuidada y atractiva que configura, como en un patchwork, un nuevo producto a partir de la reutilización de otros anteriores. Pero hay muchos casos donde, sinceramente, el interés de lo que vemos es escaso, o limitado al círculo más familiar o amistoso del responsable del blog.

10. Mi propia actitud a la hora de alimentar el blog, irregular, guadianesca, creo que coincide con la de otras muchas personas que se cansan y abandonan el blog que un día crearon. Y es que hay un dato fundamental: creas un blog porque quieres, porque te da la gana. Nadie te ha pedido que lo hagas, no ha mediado ningún encargo. Como escribe Iñaki Uriarte al comienzo del segundo volumen de sus magníficos Diarios (en papel): “Espero seguir con estos archivos, a los que vuelvo a veces como quien vuelve a casa, y soy yo mismo el que me abro la puerta y me recibo y me doy conversación”. En un blog, salvo que se trate de un blog corporativo, un blog que forma parte de un proyecto periodístico o empresarial (por ejemplo, muchos de los que hoy mantienen, cobrando, periodistas de algunos medios), rige una actitud esencial: uno se lo guisa y uno se lo come.

Aunque esto que digo al mismo tiempo no es del todo cierto. Reconozco una diferencia significativa entre lo que hace Uriarte, escribir un diario íntimo del que sólo se ha publicado, y en papel, muy posteriormente una parte, y llevar un blog, porque en éste, desde el principio, uno se lo guisa, pero los demás están invitados al banquete. Acudan pocos o muchos, uno cocina para alguien, quiere que alguien deguste lo preparado. Y la previsión de la mirada posterior de los otros gravita ya sobre el que escribe en el mismo acto de hacerlo, cosa que, en principio, no sucede en la escritura privada o íntima.

11. Pero, bien mirado, en esos blogs irregulares, en los que hay silencios más o menos largos, sucede algo similar a cuando un escritor mantiene su diario en un cuaderno: que lo hace a rachas, porque forma parte de su reflexión y registro vital e intelectual privado, o incluso muy íntimo. Por eso, cuando publica un libro puede verse la discontinuidad entre las notas que acumula, los vacíos de meses o años en que el autor, por los motivos que fuera, no apuntó nada. ¿Por qué? Por muchas causas. Por ejemplo, la primera anotación de Iñaki Iriarte en su libro es: “Continúa la buena racha y casi no apunto nada”. La felicidad como motivo del silencio. Pero también, según, las enfermedades, el exceso de ocupaciones, la falta de ideas, el cansancio de anotar…

Sea como fuere, es comprensible que el escritor de un blog se detenga de vez en cuando, salvo si tiene una vocación de escritor a prueba de bomba o se lo plantea como una esforzada y estricta obligación —o le pagan, claro, pero de eso no hablamos aquí—. Nadie le ha pedido nada, no recibe otra recompensa que, tal vez, el elogio o el aliento de ciertos amigos o unos cuantos lectores anónimos. Así que no es extraño que las rachas fértiles alternen con las de desaliento, aburrimiento o pereza. Ya he dicho que para mí, como para tanta gente, es más fácil y placentero leer que escribir. Y mucho más si la recompensa por la escritura es mínima.

Eso sí, cuando uno detiene la escritura en el blog nace el problema, como ha escrito en su bitácora el pintor Pepe Cerdá, de que “no se encuentra luego ni el tiempo, ni el tono, ni el modo, ni el qué, ni la razón, ni la justificación para volver a hacerlo”. En tales situaciones creo que lo mejor es volver poco a poco, empezando por cualquier nadería, e ir recuperando el ritmo de forma tranquila, paulatina.

12. Esta reflexión sobre las interrupciones en la escritura del blog conduce a otra constatación: los escritores siguen jerarquizando los canales de transmisión. Y entre esos canales, el papel sigue conservando la primacía. El escritor más o menos famoso que mantiene un blog sigue publicando en papel lo que más le importa. La escritura en internet la reserva sólo para los apuntes, para la escritura de taller, para lo preparatorio. Lo importante en su obra, aquello para lo que reserva los esfuerzos más serios, son los libros, incluso los artículos en periódicos o revistas.

13. En mi blog no tengo un contador de visitas. No sé cuántos lectores tiene. Suele considerarse que un indicador de la repercusión de un blog es el de la cantidad de comentarios que dejan sus lectores en cada entrada. Pero la experiencia me ha hecho escéptico en este punto. El número de los comentaristas no alberga, creo, mucha relación con la cantidad de personas que leen el blog. Es altamente probable que mi blog lo lea muy poca gente, pero eso no se infiere de que tenga muy pocos comentarios. Hay personas que prefieren mandarme un correo electrónico, o llamarme por teléfono cuando algo les ha gustado o no. Y por suerte hay seguidores a los que nunca he hablado del blog y que me alegran el día cuando, de pronto, en un encuentro personal, me citan una cosa que escribí, un recuerdo grato de alguno de mis escritos. Son personas que nunca, o casi nunca, han metido un comentario. Yo mismo, que paseo por bastantes blogs, no acostumbro a dejar comentarios, incluso aunque me haya entusiasmado lo que encuentro.

Digo más: por suerte no es mi caso, pero en lo que se refiere a los comentarios, muchos blogs visitados, muy visitados, sean de cultura, sean de política, o de ambas materias, parecen colonizados por frikis, o por tipos tarados o repletos de mala baba o rencor que, amparados en el anonimato, insultan con saña y se van por los cerros de Úbeda. Son sujetos que enseguida pelean con otros comentaristas hasta que muy pronto dejan de lado lo que había escrito el autor del blog y alimentan su propia gresca, una bronca que ya no tiene nada que ver con lo que escribió aquél. En internet, en la participación que genera, hay demasiados insultos, demasiados cobardes anónimos, demasiadas broncas biliosas. Hace poco, una persona que aprecio mucho me contaba que un grupo de comentaristas que “tuvo” muchos años Arcadi Espada, y que transformaron ese espacio en un territorio aparte en el blog, un gallinero sin interés, se habían pasado al blog de Manuel Jabois, un joven pero ya sobresaliente escritor. Como okupas de su área de comentarios, siguen enzarzándose entre ellos, con independencia de lo que escriba el gran Jabois.

14. Un blog es público, y lo que se publica en él ahí queda. Por eso, y porque uno vive en una provincia pequeña, y conoce gente, y le conocen, y trabaja, y tiene amigos y conocidos, cuando escribo mi blog no soy todo lo libre que quisiera. Algunas temporadas lo he sido más; pero en otras esa limitación de mi libertad de expresión la he sufrido más agudamente y he preferido callarme. Es fácil escribir sobre algunos temas, por ejemplo sobre política internacional, o sobre ciertas cuestiones literarias, o meterse con las compañías telefónicas o aéreas, no sé, cosas así. Pero es mucho más difícil lanzarse a tumba abierta si uno quiere mezclar lo literario con lo político, y no digamos si se aborda la vida local, o se quiere lanzar una mirada sobre la gente que nos rodea y sus costumbres, o si el blog aborda asuntos personales y/o familiares. De modo que muchos blogs guardan de mil maneras un difícil equilibrio entre lo que se dice y se calla: se miden las palabras, se juega con las iniciales, con las referencias borrosas, se cambian detalles. O, sencillamente, uno se aguanta y se autocensura posibles entradas.

15. Un blog mantenido diariamente, o con mucha frecuencia, y que nos interese, puede crear en nosotros un hábito cotidiano. Todos los días miramos qué ha escrito su autor y discutimos mentalmente con él, o asentimos con vigor. Esa consulta de pocos minutos se convierte en una rutina un tanto adictiva. Por eso, cuando fallece quien mantenía un blog, el impacto puede ser intenso.

A mí me ha tocado sufrir tres muertes de blogueros que me afectaron, que golpearon mi ánimo en mayor o menor medida. Una fue la de Javier Ortiz. Todos los días leía su blog, el blog de un periodista muy de izquierdas que no sólo opinaba sobre asuntos políticos (mis desacuerdos con sus juicios eran frecuentes, pero eso es lo de menos), sino que también entraba en incidencias personales, en recuerdos sentimentales o políticos, o en sus gustos o criterios sobre los más variados líos del vivir. A partir de cierto momento, enero de 2009, los lectores diarios de su bitácora seguimos sus problemas de salud, que comenzaron justo después de que cumpliera 61 años, un cumpleaños que le sirvió para reafirmar por escrito, y por enésima vez, sus enormes ganas de disfrutar de la jubilación, para la que contaba los días. Después de su onomástica, los lectores supimos día a día, porque Javier Ortiz nos lo contaba, que no estaba del todo bien, que parecía tener problemas de hígado, que tal vez era una hepatitis, que los médicos ya habían dado con su dolencia y mejoraba, que pronto todo volvería a la normalidad. Luego dejaron de aparecer las notas personales, y sólo se publicaban sus columnas en el periódico Público... Hasta que tres meses después murió de cáncer. El día que, como tantos de sus lectores, y sin sospechar nada, entré al punto de la mañana y leí (ya no de su mano, claro) que había muerto, el golpe anímico fue considerable. Javier Ortiz, sin haberlo tratado, ya era una compañía estimulante en mi vida, un escritor del que me interesaba su mirada y sus andanzas diarias. Y su muerte la sentí como algo personal.

Algo similar, aunque con menor intensidad, sucedió con otro escritor, Pedro de Miguel, que a diario publicaba algo gracioso, sutil, penetrante. Y también dejó su blog en el aire, interrumpido como un juguete roto, un amigo, José Ramón Urío, al que echo mucho de menos. Todavía están en la red sus entradas, la última de comienzos de 2007, como están las de Javier Ortiz, las de Miguel Martínez Lage, las de otros blogueros a quienes unos lectores seguían día a día.

Final. Un blog, en mi experiencia, es un formidable ejercicio para la mente. Ayuda a pensar, a ordenar las experiencias y las miradas personales sobre lo que sucede. La realidad, las lecturas, los sueños y aspiraciones, las indignaciones, todo cabe. Y todo, además, debe pasar el filtro de la escritura, una escritura que no es privada y por tanto tiene sus propias exigencias. Aun contando con los desfallecimientos periódicos, me alegro mucho de haberlo creado, y sigo teniendo mucha ilusión por mantenerlo. Y sigo, sobre todo, disfrutando con los que leo de gente mucho más valiosa que yo, aprendiendo, pensando. Con lo fácil que es crear un blog, ¿quién da más?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

te va a pasar como lo que cuentas: que después de tanto tiempo sin escribir la gente se ha desacostumbrado, pero irán volviendo... como yo mismo, que me alegro de leerte otra vez. lg.

Anónimo dijo...

Algo que me gusta de los blogs es que uno no necesita la bienvenida para sentirse bienllegado. Así me siento, por eso agradezco a mi amigo A.A.A. que me haya dado las coordenadas de este. Aquí recalaré de ahora en adelante para seguir haciéndome y que me hagan. Y aquí aconsejaré venir a quienes me visiten. Enhorabuena por el blog.
T.V.B.

Anónimo dijo...

¡Que alegría reencontrarte por aqui!
A ver si te animas, no te coge la pereza y sigues alegrándonos el día.
Julia

ayacam dijo...

Muchas gracias a los tres comentaristas. Da gusto. Hoy mismo voy a colocar lo que falta del artículo, es decir, la lista de blogs que suelo mirar diariamente, y que me interesan por uno u otro motivo.