19 junio 2012

Juego de espejos


Ayer, lunes 18, último programa de la temporada de Juego de espejos, el programa de Luis Suñén en Radio Clásica donde cada semana charla con un invitado que, como reza la entradilla, no vive de la música pero vive con la música. Este curso el programa, que ha sufrido algún cambio de horario un tanto absurdo en los últimos años, se ha emitido los lunes de once a doce de la noche, un momento que le va como un guante al tono de conversación amable, de final del día, que le imprime Luis Suñén, poeta y editor muchos años que ha encontrado en la música, me parece, una estupenda manera de conciliar pasión y profesión. Todavía recuerdo el modo en que Trapiello recreó con no poca aspereza, en uno de los primeros volúmenes de sus diarios, una conversación muy decepcionante para él con Suñén sobre negocios editoriales que éste rechazaba. Pero Suñén ganó muchos enteros al aparecer en el encuentro la música. Trapiello detectó en el editor, en su manera de hablar de sus músicos preferidos, algo muy profundo y hermoso, un amor por la música que no tenía nada de banal o exhibicionista.

El éxito del programa no depende sólo de Luis Suñén, claro. Ha habido invitados muy poco dotados para la conversación, con los que uno no se tomaría ni un café, por competentes que sean en otros ámbitos, y la selección musical de cada uno de ellos no siempre me ha interesado. Pero su conductor ha peleado por levantar todos los programas con su vivacidad amable y respetuosa, y ni un solo lunes ha faltado un tema, casi siempre clásico, pero también de jazz o pop, que no haya dejado mi ánimo mucho más confortado o incluso eufórico. ¡Viva el escapismo!, he pensado más de una vez este curso cuando abandonaba los horribles informativos para refugiarme en Juego de espejos, o en programas como En la nube, de Radio 3, donde he aprendido cosas que los tertulianos y su charleta sobre la crisis nunca enseñan.

En Juego de espejos no sólo se escucha exquisita música clásica. Recuerdo, en distintas temporadas, a invitados que trajeron al programa melodías evocadoras de instantes decisivos de su biografía, o los temas que oían en su casa familiar. José Luis Borau contó hace cuatro años el torrente de lágrimas que le desató un fragmento de la zarzuela La Gran Vía que escuchó en una librería de Nueva York y que consiguió transportarle al instante a su Zaragoza natal, al hogar en que su madre oía y canturreaba las grandes canciones de Chueca, Chapí o Moreno Torroba. Pero tirando de memoria sólo respecto a este último curso, y por citar lo mínimo, recuerdo programas como el monográfico de Rafael Pérez Sierra con sus fragmentos preferidos de Mozart, o los divertidos comentarios de Rafael Reig que acompañaron una selección musical perfecta, o la prolijidad didáctica en la charla del gran editor Gonzalo Pontón, o el programa con el autor de teatro Sanchís Sinisterra, nada simpático pero muy buen introductor de sus temas, o la poca gracia expresiva con que Fernando Valls, el crítico literario, presentó su ramillete, excelente, o la selección, tan amable, como de chill out, de Vanesa de Toledo… Mi programa preferido en el recuerdo es, no obstante, el que acogió a Kepa Murua, tantos años editor de Bassarai (editorial vasca en castellano que por desgracia tuvo que cerrar el pasado año), al que conozco y respeto muchísimo, y que habló de sus músicas con seriedad, sinceridad y emoción, y que en algún caso recordó las ocasiones vitales decisivas marcadas por una sinfonía, un cuarteto o una sonata pianística.

Todos los programas pueden descargarse de la página del programa. Cualquiera puede bajar y guardarse el que prefiera, y disfrutarlo después con una excelente calidad de sonido. Eso está muy bien. Yo, sin embargo, prefiero mil veces escuchar el programa cuando lo emiten, al tiempo que trajino por la casa con la cena o alguna lectura distraída. Los lunes de este curso he aguardado siempre ilusionado las conversaciones y la música de Juego de espejos. Ojalá aguante el programa, ojalá continúe Luis Suñén, ojalá siga la buena música aliviando el peso de nuestra vida.

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